En una sociedad de la información marcada por la participación activa del usuario, la interfaz se convierte en el elemento fundamental de interacción entre las personas y los artefactos. Mediante ella se posibilitan experiencias de usuario que marquen el rumbo de una empresa y, por extensión, del mercado: las empresas ya no solo deben vender sus productos o servicios, sino que además deben crear experiencias memorables en sus consumidores. Empresas de múltiples sectores (entretenimiento y ocio, formación y educación, salud, economía, cultura, moda, etc.) necesitan gestionar y organizar la información de diversos dispositivos interactivos con el objetivo de desarrollar proyectos competitivos. Solo una comprensión profunda del comportamiento humano permite optimizar la experiencia del usuario a través de metodologías de design y de  innovación resultando en la captación de nuevos clientes y su fidelización.